El
matrimonio, «patrimonio de la humanidad»
Discurso
de SS Benedicto XVI
A los
presidentes de las Comisiones Episcopales para la Familia y la Vida de América
Latina
Queridos
Hermanos en el Episcopado:
1. Me
complace recibiros con ocasión del Tercer Encuentro de los Presidentes de las
Comisiones Episcopales para la Familia y la Vida de América Latina. Deseo
expresar mi gratitud por las palabras que me ha dirigido el Señor Cardenal
Alfonso López Trujillo, Presidente del Consejo Pontificio para la Familia. Soy testigo,
junto con toda la Iglesia, de la solicitud con que el Papa Juan Pablo II se
entregó a este tema tan importante. Por mi parte, asumo esta misma preocupación
que afecta en gran medida al futuro de la Iglesia y de los pueblos, ya que, como
afirmaba mi predecesor en la Exhortación Apostólica
«Familiaris consortio», «¡el futuro de la humanidad se fragua en la familia!».
Por consiguiente es indispensable y urgente que «todo hombre de buena voluntad
se esfuerce por salvar y promover los valores y exigencias de la familia». Y
añadía: «Corresponde también a los cristianos el deber de anunciar con alegría y
convicción la ‘buena nueva’ sobre la familia que tiene absoluta necesidad de
escuchar siempre de nuevo y de entender cada vez mejor las palabras auténticas
que le revelan su identidad, sus recursos interiores, la importancia de su
misión en la Ciudad de los hombres y en la de Dios» (nº 86). La mencionada
Exhortación, junto con la Carta a las Familias «Gratissimam
sane» y la Encíclica «Evangelium vitae» constituyen como un luminoso tríptico
que debe inspirar vuestra tarea de Pastores.
2. Quiero
agradecer, de modo especial, vuestra solicitud pastoral en el intento por
salvaguardar los valores fundamentales del matrimonio y de la familia,
amenazados por el fenómeno actual de la secularización que impide a la
conciencia social llegar a descubrir adecuadamente la identidad y misión de la
institución familiar, y últimamente por la presión de leyes injustas que
desconocen los derechos fundamentales de la misma.
Frente a
esta situación, contemplo con complacencia cómo crece y se consolida la labor de
las Iglesias particulares en favor de esta institución humana, que hunde sus
raíces en el designio amoroso de Dios y representa el modelo insustituible para
el bien común de la
humanidad. Son muchísimos los hogares que dan una respuesta
generosa al Señor, y, además, abundan las experiencias pastorales, signo de una
nueva vitalidad, en las que, a través de una mejor preparación para el
matrimonio, se fortalece la identidad de la familia.
3. Vuestro
deber de Pastores es presentar en toda su riqueza el valor extraordinario del
matrimonio que, como institución natural, es «patrimonio de la humanidad». Por
otra parte, su elevación a la altísima dignidad de sacramento debe ser
contemplada con gratitud y estupor, como ya lo expresé recientemente al afirmar
que «el valor de sacramento que el matrimonio asume en Cristo significa, por
tanto, que el don de la creación fue elevado a gracia de redención. La gracia de
Cristo no se añade desde fuera a la naturaleza del hombre, no le hace violencia,
sino que la libera y la restaura, precisamente al elevarla más allá de sus
propios límites» (Discurso en la Ceremonia de Apertura de la Asamblea Eclesial
de la Diócesis de Roma, 6 junio 2005).
4. El amor y
la entrega total de los esposos, con sus notas peculiares de exclusividad,
fidelidad, permanencia en el tiempo y apertura a la vida, está en la base de esa
comunidad de vida y amor que es el matrimonio (cf. GS 48). Hoy es preciso
anunciar con renovado entusiasmo que el evangelio de la familia es un camino de
realización humana y espiritual, con la certeza de que el Señor está siempre
presente con su gracia. Este anuncio a menudo es desfigurado por falsas
concepciones del matrimonio y de la familia que no respetan el proyecto
originario de Dios. En este sentido, se han llegado a proponer nuevas formas de
matrimonio, algunas de ellas desconocidas en las culturas de los pueblos, en las
que se altera su naturaleza específica.
También en
el ámbito de la vida están surgiendo nuevos planteamientos que ponen en tela de
juicio este derecho fundamental. Como consecuencia, se facilita la eliminación
del embrión o su uso arbitrario en aras del progreso de la ciencia que, al no
reconocer sus propios límites y no aceptar todos los principios morales que
permiten salvaguardar la dignidad de la persona, se convierte en una amenaza
para el ser humano mismo, quedando reducido a un objeto o a un mero instrumento.
Cuando se llega a estos niveles se resiente la misma sociedad y se estremecen
sus fundamentos con toda clase de riesgos.
5. En
América Latina, como en todas partes, los hijos tienen el derecho de nacer y
crecer en el seno de una familia fundada sobre el matrimonio, donde los padres
sean los primeros educadores de la fe de sus hijos, y éstos puedan alcanzar su
plena madurez humana y espiritual. Verdaderamente, los hijos son la mayor
riqueza y el bien más preciado de la familia. Por eso es necesario
ayudar a todas las personas a tomar conciencia del mal intrínseco del crimen del
aborto que, al atentar contra la vida humana en su inicio, es también una
agresión contra la sociedad misma. De ahí que los políticos y legisladores, como
servidores del bien social, tienen el deber de defender el derecho fundamental a
la vida, fruto del amor de Dios.
6. Es
indudable que para la acción pastoral, en una materia tan delicada y compleja, y
en la que intervienen diversas disciplinas y se tratan cuestiones tan
fundamentales, se requiere una cuidadosa preparación de los Agentes pastorales
en las Diócesis. Así, los sacerdotes, como colaboradores inmediatos de los
Obispos, han de poder recibir una sólida preparación en este campo, que les
permita afrontar con competencia y convicción la problemática suscitada en su
labor pastoral. En cuanto a los laicos, sobre todo los que dedican sus energías
a este servicio
de las familias, necesitan también una válida y elevada
formación que les ayude a testimoniar la grandeza y el valor permanente del
matrimonio en la sociedad actual.
7. Queridos
Hermanos: como bien sabéis, está ya próximo el V Encuentro Mundial de las
Familias, en Valencia, España, y que tendrá como tema: «La transmisión de la fe
en familia». A este respecto, deseo expresar mi cordial saludo al Arzobispo de
aquella ciudad, Mons. Agustín García-Gasco, el cual participa en este Encuentro
y que, con el Consejo Pontificio para la Familia, lleva a cabo la ardua tarea de
su preparación. Os animo a todos para que numerosas delegaciones de las
Conferencias Episcopales, Diócesis y Movimientos de América Latina, puedan
participar en tan importante evento eclesial. Por mi parte, apoyo decididamente
la celebración de este Encuentro y lo pongo bajo la amorosa protección de
la Sagrada
Familia.
A vosotros,
queridos Pastores, y a todas las familias de América Latina imparto de corazón
mi Bendición Apostólica.
[Texto
original en castellano]
Fuente:
ZS05120405